El nombre de la tierra | Daniela Elisa Alvarez
Daniela Elisa Alvarez[1]
Una lengua de las minúsculas
que se vuelve sismógrafa de esos temblores
que provocan algunas prácticas de (des)saber
abriendo una variación en el umbral de percepción.
(val flores, 2021)
Introducción
La tierra ha sido nombrada de múltiples maneras. Physis, Natura, Tao, Gea, Gaia, Pachamama, Abya Yala. Refiere al polvo y al Globo, al humus y al Planeta, al barro y al Mundo. Es dadora de vida y recipiente de muerte. Nutre y devasta. Cobija y azota. Fue y sigue siendo: inspiración de poetas, desvelo de científicos, admiración de sabios, rechazo de necios, promesa de terrícolas y amenaza de transhumanos. Lo sublime y lo siniestro, lo familiar y lo incierto. Todo y nada de todo. ¿Cómo nombrar la singularidad de lo inconmensurable? ¿Cómo apresar en un concepto la irreductibilidad de lo sagrado? ¿Cuál es el nombre de la tierra?
La persona y su nombre
No es de extrañar que occidente necesite personificar a la tierra. Es una necesidad que surge del personalismo vinculado al derecho y al derecho como fuente última de salvación. La persona fue desde el imperio romano un dispositivo que separó un grupo de humanos, vivos o muertos, y los contrapuso al resto de los existentes, ahora cosas. El hijo era cosa, el esclavo era cosa. De ahí que el parricidio fuera tenido por crimen increíble, una cosa matando a una persona, un hecho inadmisible, inasimilable (Thomas, 1999). Un hijo vivo, cosa. Sin embargo, un padre muerto, en tanto persona, vivía y podía legar su herencia. Pervivía en la muerte con el disfraz de la persona.
La noción de persona también fue tomada por la filosofía cristiana. Agustín de Hipona se sirvió del concepto para explicar el dogma trinitario. Es una esencia y tres personas, prósopa, Padre, Hijo y Espíritu. Tres antifaces y un Dios (Agustín, 1956). Y el humano, en tanto imagen y semejanza de este último, adquiere también la investidura de la persona junto con su sacralidad e inalienabilidad.
Los Estados Modernos fueron los garantes de los derechos de las personas prescindiendo de su carácter sagrado. La inestabilidad del concepto quedó al descubierto con los genocidios varios, y no solo los perpetrados en el corazón de Europa. Ante la precaria protección que presta la máscara (prósopon) los personalistas del siglo XX, emparchando el lado oscuro de la razón burguesa, declararon los derechos humanos basándose en ese mismo concepto endeble, restaurando su sacralidad perdida en la modernidad secularizada. Los Derechos Humanos son derechos personales. Sin la máscara, corre riesgo la vida.
Ya sea Dios o los Estados, nacionales y transnacionales, los que garanticen los derechos, la persona sigue siendo una representación siempre incompleta. Un antifaz, un número de identidad, un nombre propio. El nombre es un atributo de la personalidad. El nombre identifica, individualiza. Representa la identidad permitiendo controlarla, apropiarla, abolirla. El Código Civil y Comercial Argentino, en la Ley 26.994, art. 62, nos recuerda que la persona humana tiene el derecho y el deber de usar el nombre que le corresponde. Puedo cambiar de nombre, pero no prescindir de un nombre.
¿Soy acaso mi nombre? ¿Es el nombre una representación del yo o evoca su presencia? ¿Cuáles son las consecuencias políticas del nombrar? ¿Qué implica nombrar a la descendencia, a un animal de compañía, a una planta, a un hogar?. Cuándo a un “bien” le adoso mi nombre ¿se convierte en “mi” bien?. Cuándo nombro ¿me adueño de lo nombrado? ¿Es el nombre garantía de inmunidad? ¿Es el anonimato sinónimo de libertad?
(Leia o ensaio completo em PDF)
Recebido em: 15/09/2024
Aceito em: 15/11/2024
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[1] Universidad del Salvador (Argentina). Email: daniela.alvarez@usal.edu.ar.
El nombre de la Tierra
RESUMEN: No conocemos el nombre de la tierra pero la nombramos. Y en ese nombrar se instalan relaciones de poder y de fuerza. En este ensayo indagamos en los nombres que le damos a la tierra y sus implicancias políticas. Planteamos el problema del nombre propio ligado al estatus de persona. La persona, en tanto dispositivo jurídico, aparece como una máscara y el nombre como su representación. Mencionamos los intentos por personificar a la tierra nombrándola con mayúscula. Estas propuestas se contraponen con los nombres telúricos en minúscula que nos llegan de los feminismos, de los ecofeminismos y del pensamiento amerindio. Este ensayo es una invitación a reflexionar cómo la tierra con minúscula nos instala frente a otro tipo de amabilidad lingüística y relacional, transladándonos de una política de la representación a una política de la presencia.
PALABRAS CLAVE: Nombre. Persona. Tierra. Minúscula. Política.
O nome da Terra
RESUMO: Não sabemos o nome da terra, mas damos-lhe um nome. E nessa nomeação se estabelecem relações de poder e força. Neste ensaio investigamos os nomes que damos à terra e suas implicações políticas. Levantamos o problema do nome próprio ligado ao estatuto de pessoa. A pessoa, como dispositivo jurídico, aparece como máscara e o nome como sua representação. Mencionamos as tentativas de personificar a terra nomeando-a com letra maiúscula. Estas propostas contrastam com os nomes telúricos minúsculos que nos chegam dos feminismos, dos ecofeminismos e do pensamento ameríndio. Este ensaio é um convite à reflexão sobre como a terra minúscula nos coloca diante de outro tipo de amabilidade linguística e relacional, movendo-nos de uma política de representação para uma política de presença.
PALAVRAS-CHAVE: Nome. Pessoa. Terra. Minúsculas. Política.
ALVAREZ, Daniela Elisa.. El nombre de la Tierra. ClimaCom – Desvios do “ambiental” [online], Campinas, ano 11, nº. 27. dez 2024. Available from: https://climacom.mudancasclimaticas.net.br/el-nombre/